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30 años del Doctorado en Educación UC bajo la mirada de diferentes generaciones de egresados

septiembre 8, 2021


Imagen con personas que reflejan las distintas generaciones de egresados

Desde su creación en 1991, se han graduado un total de 171 doctoras y doctores. Conoce algunas de las historias, entre ellas, la de la primera egresada del Doctorado, cuyas experiencias y logros dan cuenta de la relevancia del programa en Chile y Latinoamérica.

Han pasado 30 años desde que comenzó a impartirse el Doctorado en Educación de la Universidad Católica, el primero en su género en Chile. Desde entonces, se han graduado un total de 171 doctoras y doctores en Educación.

El programa, que debutó en pleno retorno de Chile a la democracia, conmemora este año su 30º aniversario en otro contexto social complejo, después de un estallido social y una pandemia que precipitaron cambios profundos en todas dimensiones, particularmente en la educativa.

Es en este escenario que un grupo de exalumnos/as, egresados/as de diferentes generaciones -nacionales y extranjeros-, cuentan sus experiencias y reflexionan sobre la importancia que ha tenido el programa, así como la relevancia que cobra estudiar un doctorado en tiempos de crisis.

Isidora Mena (admisión 1991): La primera

Casada, 34 años y con tres hijos pequeños. Esa era la realidad de Isidora Mena en 1991, mientras se desempeñaba como profesora en la Escuela de Psicología de la UC, donde ella misma había estudiado. Por eso, la creación del primer doctorado en Educación de Chile fue su gran oportunidad: realizar estudios de postgrado que le permitieran seguir avanzando en su carrera académica, y hacerlo en Chile, acorde a su contexto personal.

Así, fue parte del debut del programa. “Fue un momento privilegiado: sentarse a aprender a pensar sobre educación en Latinoamérica, y cómo lograr tener una mirada más crítica para abordar la investigación aquí. Había una postura de pensamiento crítico, muy pertinente al momento que estábamos viviendo”, considera la profesional de, hoy, 64 años.

Isidora, que también ostenta ser la primera egresada en la historia del doctorado en 1995, identifica este postgrado como un hito en su vida. “En lo laboral pude mantenerme en la UC, aportar a esta Universidad que se estaba poniendo a la altura en postgrados. En una época donde no había muchos doctores y doctoras entre los académicos, estuve detrás del Magíster de Psicología Educacional, apoyé la generación de doctorados, y estuve en la Subdirección de Investigación y Postgrado”, enumera sus notables contribuciones.

También fue clave su tesis doctoral, que abordaba la creatividad en las escuelas. “Todo el mundo hablaba de la necesidad de que la escuela desarrollara la creatividad, y yo no estaba para nada clara de que fuera real ese discurso”, cuenta. Su investigación fue la semilla de un importante proyecto: el programa de convivencia escolar Valoras UC, que fundó en 2001 y del cual es actualmente su directora ejecutiva.

Desde Puerto Varas, -donde decidió vivir tras el inicio de la pandemia-, Mena piensa que en estos momentos “necesitamos una mirada más reflexiva, crítica, ética, para lograr pensar e investigar y entregar claves potentes para este momento de crisis, y creo que el Doctorado en Educación de la UC puede ser un gran aporte”.

Un aporte como fue para ella. “La mirada a la que me invitó este doctorado fue muy importante, porque veníamos saliendo de una dictadura donde era muy difícil conversar, y conversar académicamente. Al principio tenía mucho susto hasta de algunas palabras, y el doctorado me quitó el susto de pensar, de pensar abierta a distintas miradas. Eso hasta el día de hoy me permite no tener susto de ponerme en uno u otro lugar a pensar el mundo y la educación, que es un hecho tan político. Para mí el doctorado fue un antes y un después”, sentencia.

Carlos Torrendell (admisión 2006): Aporte internacional

Corría el año 2006 y Carlos Torrendell dejaba su natal Buenos Aires para desembarcar en Chile e iniciar una nueva etapa en su vida. Había estudiado la carrera de Ciencias en la Educación en la Pontificia Universidad Católica de Argentina (UCA), y luego hizo un postgrado en Educación en la Universidad de San Andrés, también en Argentina. Esto le permitió regresar a su alma mater, y trabajar en el Departamento de Educación.

Fue entonces que decidió continuar sus estudios. “Sabía que el programa doctoral de la UC era muy bueno, había revisado algunos en América Latina, y también cómo estaba casado y con hijos, lo quería hacer cerca”, cuenta el argentino de 51 años.

Otro punto importante para él era conocer el funcionamiento de la Facultad de Educación UC, “que estaba bastante avanzada en relación a nuestro Departamento de Educación en la UCA”, y así, hacer mejoras en sus propios programas.

El doctorado fue una experiencia excelente. Había mucha dedicación y una apertura internacional de los profesores y del doctorado que era clave. Venían profesores reconocidos, como el francés François Dubet, que visitó por unos días la Universidad. Era también una especie de plataforma regional e internacional”, dice quien actualmente ejerce como miembro académico del Consejo Nacional de Calidad de la Educación en Argentina, el órgano de asesoramiento más alto del Ministerio de Educación en temas de calidad.

La fusión de experiencias también se daba con sus pares. “Casi un tercio éramos extranjeros, entre peruanos, colombianos y yo. O sea, había un intercambio de al menos cuatro países cuando discutimos los temas, lo que ya era interesante”, dice el doctor trasandino, para quien el programa fue trascendente en lo personal y profesional. Me abrió absolutamente la visión”.

Marianela Navarro (admisión 2008): Muchas oportunidades

Marianela Navarro trabajaba como profesora de Biología en Educación Media cuando ingresó al doctorado en 2008.

Se tituló de bióloga en la Universidad de París (Francia), país en que residió una parte de su vida, para luego volver a Chile y estudiar Pedagogía en Biología y Ciencias Naturales en la UC. Luego hizo el Magíster en Educación mención Evaluación en la misma universidad, donde la cautivó su sello de investigación. “Quedé con gusto a poco, y postulé al doctorado”, cuenta la profesional de 48 años.

Era el único doctorado del área acreditado en el país, lo que me dio seguridad y permitía postular a becas”, añade Navarro, quien precisamente por una beca Conicyt pudo dejar su trabajo y concentrarse en el doctorado los dos primeros años de los cuatro que comprende el programa. Actualmente el doctorado mantiene su acreditación, otorgada por la Comisión Nacional de Acreditación de Chile (CNA).

Navarro fue ayudante de la fallecida profesora Erika Himmel, destacada docente quien también la guió en su tesis, enfocada en la alfabetización científica. Para el desarrollo de esa investigación hizo una pasantía de dos meses en la Universidad de Albany en Nueva York (Estados Unidos). “Fue muy enriquecedor en todo sentido, conocer otra universidad, aprender la metodología que necesitaba, y conocer gente que estaba haciendo su doctorado ahí”, detalla.

La académica trabaja actualmente en las carreras de Pedagogía en Educación Básica, Educación Media y de Párvulos en la Universidad de los Andes, en Chile. “Siento que el doctorado me ha dado una oportunidad tremenda de tener un puesto primero en una universidad, de poder tener un impacto en la formación de profesores, y por supuesto en investigación”, subraya.

Para ella, “el doctorado ha hecho un aporte importante en la formación de doctores. Me enorgullezco cuando voy a un seminario o charla, y escucho que una persona hizo el mismo doctorado que yo, porque siento que la gente está haciendo su aporte y que tiene un impacto”.

Ricardo Sepúlveda (admisión 2016): El respaldo de un doctorado

Tras estudiar Licenciatura en Humanidades mención Literatura en lengua inglesa en la Universidad de Chile, y cursar el Magíster en Administración Educacional en la UC, Ricardo Sepúlveda pasó la última década haciendo asesorías académicas en gestión escolar en colegios, guiando tesis de pregrado y postgrado en áreas de metodología educativa y de la enseñanza.

“Sentí la necesidad de ampliar mi repertorio de herramientas metodológicas, y tener mayor proyección laboral a nivel de educación superior. Sabemos que ahora, por más que uno tenga experiencia, y más en el área de educación, es mucho mejor tener un respaldo con el grado de doctor”, advierte Sepúlveda, quien con 45 años ingresó al programa en 2016.

Un punto clave para él fue acceder a la pasantía del programa, “lo que me ponía también en contacto con la comunidad científica a nivel internacional”. Así, pasó cuatro meses en Hong Kong, China, en el Centro de Liderazgo de Asia Pacífico. “Tuve la fortuna de poder aprender otras formas de hacer investigación, aprender de los criterios de rigor, vincularme a congresos, y poder conocer la realidad educativa en colegios y universidades de China, en Hong Kong, Taiwán, y en Tailandia”, relata quien hoy se desempeña como profesor guía del Magíster en Educación mención en Dirección y Liderazgo Educacional de la UC.

Sepúlveda logró terminar el programa a inicios de 2020, siendo el único de su generación que dio el examen de grado en forma presencial, ya que poco después comenzó el confinamiento por la pandemia. Es este contexto el que le permite ver con gran claridad el aporte del Doctorado en Educación UC en la actualidad. “Las herramientas que me entregaron me han permitido adaptarme de una forma mucho más fácil a estos cambios, poder analizar y entender bien los contextos, y entender las necesidades y las prioridades que existen en educación bajo esos distintos contextos. Creo que eso es producto de mucho análisis y reflexión que ocurre dentro del programa. Cuando uno es doctor en educación, se transforma en un experto en aprender”, concluye.