Coloquio en Educación UC reflexionó sobre los mitos y realidades de la Evaluación Docente Universitaria en programas de Pedagogía

El académico Edgar Valencia presentó una reflexión sobre el uso de cuestionarios como herramienta para evaluar la docencia universitaria, abordando sus potencialidades, limitaciones y los debates que rodean su aplicación. El evento contó con la participación de la académica Malba Barahona como comentarista.

En la Sala CEPPE UC Profesora Mabel Condemarín se realizó el pasado 28 de mayo el coloquio “Mitos y realidad sobre la Evaluación Docente Universitaria en Programas de Pedagogía”, organizado por el Ecosistema de Investigación de Educación UC. La actividad fue conducida por el académico Edgar Valencia, quien compartió avances sobre su Fondecyt de Iniciación “Validez, ecuanimidad y consecuencias de la evaluación de la docencia universitaria: el caso de los programas de formación inicial docente”. 

Durante su presentación, el profesor Valencia propuso mirar críticamente los procesos de evaluación actuales, poniendo el foco en los instrumentos que se utilizan para recoger información sobre la docencia, particularmente el cuestionario aplicado a estudiantes. “Lo que yo veo es que es familiar, hay una capacidad de hacer estas encuestas ya instalada. Podría ser una herramienta súper oportuna y flexible también, y ayudar a esta cultura de la mejora continua, pero hay muchas dudas y observaciones sobre cómo funciona”, destacó Valencia. 

Junto con las expectativas que se anclan a la aplicación de los cuestionarios, existe también una serie de sesgos. No siempre puede existir una disposición y concentración completa de parte de las y los estudiantes a la hora de responder los cuestionarios, y también hay una influencia respecto a las condiciones de enseñanza. “¿Cómo va a ser lo mismo obtener 3,5 puntos en una sala con 80 estudiantes y en una con 10 estudiantes? No puede ser lo mismo, hay condiciones de enseñanza que son más desafiantes. Eso no está muy considerado en los cuestionarios”, plantea Valencia. 

Luego, el académico presentó algunos de los principales resultados que han logrado obtener a través del proyecto Fondecyt. Se enfocaron en 6 programas de formación inicial docente y entrevistaron a representantes de centros de estudiantes, profesores (en condiciones adversas y también mujeres, atendiendo al sesgo de género que puede existir en la aplicación de encuestas) y a decanos, decanas y jefes de carrera. Para la muestra plantearon 4 preguntas, y en el evento se mostraron resultados de una: ¿qué hace que un formador de profesores sea de calidad?

Dentro de los temas que surgieron destacan algunos como la aplicación práctica: ser concreto, lograr transmitir cómo lo que se enseña importa e impactará en los colegios el día de mañana. También emergió que las y los formadores tengan conocimiento disciplinar; sepan enseñar, explicar y gestionar el aula; que innoven y que sean reflexivos y capaces de pensar y mejorar. 

“La relación profesor estudiante es súper fuerte”, indica Valencia. “Que el profesor se adapte, no sea rígido con las evaluaciones y las exigencias de asistencia, que se muestre cercano, comprensivo y empático, que esté disponible, y diferentes cosas relacionadas al vínculo. También que tenga vocación es un tema que está muy presente”, añade. Algunos elementos pendientes del diagnóstico son qué aspectos preocupan a los participantes (sesgos); si perciben o no el impacto; y la ecuanimidad: por género, condiciones laborales y por etapa en la trayectoria. 

El proyecto, destaca Valencia, no busca plantear que todo está mal, sino que la idea es “ir y generar una lista de recomendaciones de cómo sí debiera ser, o qué sí debiera cumplir para que los estudiantes participen con ganas y respondan con una orientación clara. Vamos a dar feedback, a influir para que los profesores se califiquen y para que haya un cambio en el currículo. Queremos eso al final del día, confiar en los resultados y usarlos”.